1965

Año esencial para el escritor que con tres libros se estrena firme y seguro en el mundo de las editoriales. Días sin escuela, muchos años después (2023) será libro por ello lo recogemos aquí.

Editora Nacional. Madrid, mayo 1965. Colección “Prosistas Españoles”. 125 páginas. Tapa dura con sobrecubierta. 21,5 × 14 cm.

Cuentos.

Ilustración de portada. Dibujo abstracto de Pepe Hierro, poeta de la generación del 36 y amigo de Umbral.

 

El cuento Tamouré fue V Premio nacional de cuentos «Biblioteca Gabriel Miró» de 1964 (Fundación Caja del Mediterráneo, Alicante); el otro finalista, accésit, fue, Alfonso Martínez-Mena con, «El puño», ambos cuentos se publicaron en 1964 por Caja de Ahorros del Sureste de España, Alicante. Colección «Publicaciones de la Caja de Ahorros del Sureste de España», n.o 27. En definitiva, el año 1964 es el primero de una publicación en libro del escritor.

Umbral toma la alternativa. «Recuerdo algunos premios: el Gabriel Miró de Alicante, el Tartessos de Sevilla, el Antonio Machado de Madrid, etc. Con aquellos relatos y con otros amañé un libro que me publicó la Editora Nacional con una portada abstracta de José Hierro».

Editora Nacional realizó una magnífica edición. «Me pagaron con sellos de correos», dijo el algún lado.

Son doce cuentos, incluye Teléfono y ginebra inglesa, el último, Tamouré, otorga nombre al libro, en el Prólogo de Teoría de Lola, el escritor lo recuerda así, «…un cuento de un hombre que habla o escribe en primera persona, fuma un cigarrillo asomado a una alta ventana de la noche de agosto madrileña. Mira para las fachadas donde lucen ventanas, recuerda con pereza el día recién vivido, la piscina, el sol, las mujeres. Recuerda también párrafos de una carta que le ha escrito una mujer ausente y noticias del periódico, y oye correr los automóviles por la noche de la ciudad, y escucha la guitarra de los chicos del barrio, que cantan allá abajo. Eso es todo. Se repiten los párrafos, las observaciones, los recuerdos, no ocurre nada. El cuento termina en el mismo momento en que empieza…».

«Yo he aprendido de mí mismo, escribiendo. Y de mí, he aprendido a escribir. Trabajando en eso. Desde que saqué mi primer libro de cuentos que se llama Tamouré, escrito en una buhardilla del barrio de Salamanca. En esa época, caramba, yo fui muy feliz.»

Los chicos de barrio serán una constante en la obra de Umbral, «tienen la melancolía ciudadana del adolescente desvalido que crece al costado de los automóviles suntuosos y las mujeres elegantes». Los chicos tocan la guitarra, la canción, “Tamouré”, de Bill Justis, americano pionero del rock & roll y entonces de moda.

 

AL ANOCHECER levanto la persiana de madera y me siento en el borde de la ventana. Hay que tirar fuerte para alzar la persiana, y sujetar luego la correa en algún clavo. Entumecida por el sol de todo el día, la madera se resiente y suena como una metralleta. Los chicos del barrio, allá abajo, se han reunido en torno de una guitarra. Adivino sobre mi cabeza el peso de los largueros enrollados de la persiana, pugnando, con breves quejidos, por descender de nuevo, verticalmente, como una guillotina. Aún se ven en la acera de enfrente algunas tiendas abiertas.

«Ha cruzado ya la frontera medio millón más de turistas que el año pasado en la misma fecha», decían los periódicos esta mañana. Se está bien aquí, cerca del tejado, cerca del aire azul de las alturas, escuchando, en lo hondo de la calle, el relámpago sonoro del cierre metálico de una tienda, la música incompleta de los chicos y su guitarra, los gritos mansos que se escapan de un diálogo sostenido de balcón a balcón, como una guirnalda de palabras, por encima o por debajo de mi ventana, en algún sitio que no alcanzo a ver. Y —rumor de mar cercano y distante— el rodar de los automóviles. «Ahora, tamouré.» Los de la guitarra van a tocar y cantar «tamouré». Debe ser el ritmo de este verano. La melodía de estos meses calientes y dorados. Conozco vagamente a los chicos del barrio. Son, supongo, los hijos de los porteros o los dependientes de las tiendas de los alrededores. Visten camisas mustias de diversos colores y pantalones vaqueros. Enciendo un cigarrillo en la oscuridad. Las fachadas que tengo frente a mí son ya una gran superficie plana y en sombra, constelada de ventanas con luz y ventanas a media luz. Cada hogar, con su pequeño sol doméstico. La vida en amarillo, la vida en casi blanco, en casi grana, en casi azul. «Medio millón más de turistas que el año pasado en estas mismas fechas…

Última reedición. Editorial Planeta S.A. Colección Austral, Barcelona, mayo 2021.


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